En el actual escenario internacional, caracterizado por tensiones geopolíticas, crisis medioambiental y creciente volatilidad en los mercados energéticos, la relación entre la Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe (ALC) adquiere una relevancia estratégica sin precedentes. Ambas regiones enfrentan desafíos comunes que requieren respuestas multilaterales, visión compartida y una cooperación más profunda.
La Unión Europea, con su experiencia tecnológica, normativa y financiera, se ha posicionado como líder en la transición hacia una economía baja en carbono. ALC, por su parte, cuenta con un vasto potencial en energías renovables, así como con abundantes recursos minerales críticos necesarios para esta transformación.
La colaboración entre ambas regiones no es solo deseable, sino indispensable. Europa necesita diversificar sus fuentes de energía y asegurar cadenas de suministro sostenibles para tecnologías limpias. América Latina y El Caribe por su parte, requiere de inversiones, transferencia de conocimientos y acceso a mercados que le permitan avanzar hacia un desarrollo más resiliente, inclusivo y respetuoso con el medio ambiente.
En tiempos de incertidumbre geopolítica y de reconfiguración de las dinámicas comerciales internacionales, una alianza birregional sólida puede marcar la diferencia. No solo para impulsar una transición energética con énfasis en el acceso universal, la seguridad en el abastecimiento y el uso eficiente de los recursos, sino también para generar empleo de calidad y reducir las brechas tecnológicas y de conocimiento, contribuyendo de esta manera a la construcción de economías más sostenibles, justas e inclusivas.
Por todo esto, la incorporación de la Unión Europea como Observador Permanente de OLADE reviste una importancia especial para América Latina y el Caribe, al abrir nuevas oportunidades de cooperación estratégica en un momento decisivo para ambas regiones.