América Latina y El Caribe enfrentan una realidad marcada por los efectos cada vez más visibles del cambio climático, con la presencia de fenómenos climatológicos atípicos que van desde las sequías extremas hasta inundaciones con grave afectación a la infraestructura energética, que han puesto en grave riesgo el abastecimiento de la demanda.
Esto nos compromete a buscar alternativas que permitan, por una parte, crear condiciones acordes a las realidades individuales de los países para enfrentar estos efectos, y por otra, propiciar el esfuerzo conjunto de la región en la búsqueda de una mayor resiliencia de los sistemas energéticos a través del aprovechamiento de sus recursos energéticos para beneficio de todos.
Una de esas alternativas y quizás la más sostenible, se teje alrededor de la integración energética en su sentido más amplio, que involucra no solamente la construcción de infraestructura de interconexiones o aprovechamientos conjuntos entre países que comparten frontera, sino que involucra además la creación de espacios favorables para compartir experiencias y buenas prácticas, y desarrollar un trabajo conjunto para la planificación de nuestro futuro como
región.