América Latina y el Caribe, una región privilegiada por su vasto potencial hidroeléctrico, enfrenta hoy el desafío de liderar la transición hacia sistemas eléctricos más limpios, sostenibles y resilientes. En este contexto, la hidroenergía se destaca como un pilar esencial para garantizar la flexibilidad y la estabilidad necesarias en una matriz energética en rápida transformación, marcada por la creciente incorporación de fuentes renovables intermitentes como la solar y la eólica.
La capacidad de las centrales hidroeléctricas para actuar como reguladoras del sistema, almacenando energía y respondiendo de manera ágil a las fluctuaciones en la generación y la demanda, es fundamental para asegurar la confiabilidad del suministro eléctrico. Además, su capacidad de almacenamiento y despacho las convierte en el complemento perfecto para integrar fuentes renovables, permitiendo que estas alcancen su máximo potencial sin comprometer la estabilidad del sistema.
La transición energética global demanda no solo un incremento en la capacidad instalada de energías renovables, sino también soluciones que aseguren la estabilidad a largo plazo. La hidroenergía, con su flexibilidad única y sus atributos de sostenibilidad, se posiciona como la solución más eficiente y madura para enfrentar estos retos.
Es crucial que gobiernos, organismos internacionales y actores privados trabajen en conjunto para aprovechar al máximo este recurso estratégico, adoptando enfoques sostenibles e inclusivos que permitan superar las barreras sociales, ambientales y regulatorias. Los principales desafíos son: la necesidad de modernizar un parque hidroeléctrico envejecido y urgencia de implementar políticas que reconozcan y remuneren los servicios de flexibilidad que estas plantas ofrecen.
América Latina y el Caribe tiene en sus manos una oportunidad histórica para consolidarse como líder en la transición energética global, construyendo un futuro energético más limpio, seguro y próspero para las generaciones venideras.”
Angela Livino – Consultora OLADE